Sobre las brasas vivas del amor, la esperanza,
arden como aceites el dolor y el placer;
así la vida inflama su llama luz,
que danza de júbilo ardoroso...
¡El vivir es arder!
La llamarada alegre que danza, 
no se cansa hasta que un día cualquiera,
en que así debe ser,
las brasas se consumen
y la vida se lanza,
volátil, hacia arriba...
¡Morir es ascender!
Loado una y mil veces este ardor que consume:
nos destila en rocío, nos liberta en perfume,
juramentos y deudas de pasión hace trizas,
los problemas del oro nos resuelve en cenizas
y nos deja a los vivos la óptima enseñanza
de arder